Bisontes de Cabárceno, mi experiencia como dibujante.

Bisontes de Cabárceno, mi experiencia como dibujante.

Aun me acuerdo de la primera vez que vi al bisonte a lo lejos, andando de prisa para verlos, después de tantos meses viéndolos solo en documentales y fotografías.

Iba andando deprisa, sí,  Lorena iba detrás, más lejos, cuando vi la cabeza de uno de ellos pastando. Aligeré el paso para verlos ya, y vi al primero de ellos, una hembra pastando y un macho más lejos. Noté enseguida la diferencia de volumen y pelaje de ambos. La musculatura del macho sobresalía respecto a la hembra.

Allí parados frente a ellos, al otro lado de la valla de madera que separaba el mundo del hombre y la bestia, quedamos sorprendidos, parecía increíble que estuvieran a pocos pasos de nosotros. Quería traspasar el umbral que nos separaba y tocar ese pelaje, sentir su fuerza, sentir que estaba vivo y que no era imaginación, ni visualización a través de una pantalla.

Una hembra estaba bebiendo mientras que el macho se acercó cerca de ella y se escondió por detrás. No pudimos verle más de cerca, pero la hembra se giró y empezó a acercarse a nosotros. La emoción fue total, teníamos a un bisonte frente a nosotros, cara a cara, sus ojos me han visto, yo he visto su mirada, ya estoy en su memoria, y ella en la mía.

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A escasos centímetros de nosotros, empecé a inspeccionarla cada detalle de su cuerpo, cuernos, ojos, pelaje, piel, patas, pezuñas, cola. Se giraba y más aún me detenía con la mirada a estudiarla, a dibujarla con  la mente, me imaginaba cómo sería tocar ese pelaje, cómo nuestros ancestros se han abrigado con ello, sí, me los imaginaba allí presentes también. ¿Qué pensarían cuando veían algo así? ¿Qué sentirían si vieran a un bisonte tan cerca?

A los quince minutos de contemplarlos, saqué el bloc de esbozo y empecé a trazar los primeros dibujos en vivo del bisonte. Dibujé al macho pastando, iba caminando de un lado a otro, sus patas iban cambiando postura rápidamente y no me daba tiempo, tenía que dibujar rápido. Luego se giraba, levantaba la cabeza y esbocé rápidamente su cabeza, de perfil y de frente, luego siguió a lo suyo. Me centraba en las proporciones musculares, sus patas, el ancho del cuello y la cabeza, los ángulos de sus patas, etc.

Antes de salir del parque de Cabárceno, quisimos repetir, ir a verlos, y así lo hicimos. Volvimos a verlos una vez más, no pudimos irnos sin repetir la experiencia de volverlos a ver. Esta vez, vimos a los machos pastando, algunos sentados, otro comiendo, no muy lejos, después de unas tomas fotográficas, me dediqué a dibujar otra vez su cuerpo robusto, hacia un lado y hacia el otro.

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Hubiera permanecido allí más horas, pero nos marchamos y nos despedimos hasta una próxima vez, esperemos pronto. Y fue que durante la marcha por los carriles del parque de Cabárceno, cuando veía en las formas de las rocas del camino a bisontes de perfil, de frente, de lado, las rocas sugerían en mi mente las formas de los bisontes, una curva tras otra, veía estos hermosos animales, y entendí, un poco más la mente paleolítica. Fui impregnado.

Han pasado seis días desde aquella experiencia, y he querido volver a estar presente una vez más allí, al lado de ellos y por eso hoy, he retomado mi bloc de esbozo y he querido reencontrarme con ellos una vez más, con las fotografías obtenidas ese día, y me he puesto a dibujar.

Un primer dibujo de la hembra, de perfil, su cabeza y pelaje del cuello, sus cuernos, su mirada.

Un segundo dibujo del macho, en tres cuartos. Grandes patas, pecho poderoso.

Mientras dibujaba los bisontes de Cabárceno, mi cabeza reflexionaba a cerca de  qué pensarían los “artistas” que pintaron en las cuevas, qué sentían, qué imaginaban, por qué los hacían y para qué, por qué elegían algunos lugares un poco extraños e incómodos para pintarlos, etc. etc. etc. Y mientras dibujaba con mis manos y un carboncillo entre los dedos, me sentí un poco más cerca de esa experiencia prehistórica. Un dibujo al carbón de hoy, cuando hace miles de años también se hacían con la misma herramienta de trazar.

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Y una vez más, me admiran estos bellos animales que han acompañado al hombre desde su origen, ¡cuánto les debemos!

Para mí, ha sido una experiencia hermosa dibujarlos en persona, sentirlos allí cerca, sentir su fuerza, sé que nos han visto, estamos en su memoria.

Hoy he vuelto a sentir la Prehistoria en Cabárceno. Hoy he amado aún más si cabe a estos hermosos animales: los bisontes de Cabárceno.

Bisontes de Cabárceno

 

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Giuseppe,

© Viajes a la Prehistoria

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