Cullalvera, la gran cueva. 1ª parte

Cullalvera, la gran cueva. 1ª parte

Cullalvera es una de las cuevas ubicadas en Cantabria,  patrimonio de la humanidad por la UNESCO.

Las temperaturas rozaban los 30ºc en Cantabria, y los campos comenzaban a adquirir el color amarillento del trigo en los meses de verano. El entorno, apartado de la urbe, como no podía ser de otro modo, cuando de cuevas se trata, se levanta ante los ojos del viajero, a los pies del monte Pando en la vecina localidad de Ramales de la Victoria. Allí, el tiempo, transcurre más despacio, entre risas de sus vecinos, quehaceres diarios y el correr de los más pequeños que se entretienen con juegos todavía en las callejuelas. Atravesando el pueblo se llega a un camino, no muy apartado en el que encontramos el sendero que nos conducirá a la Cueva. En poco tiempo, el silencio y el canto de los pájaros se adueñan del lugar, mientras que la temperatura, como si se atravesará un portal invisible a la prehistoria, baja bruscamente, hasta sentir frío y humedad. Es la señal. Allí, frente a nuestros ojos, la Gran Cavidad. La insignificancia del ser humano se hace presente frente a la majestuosidad de la Cueva de Cullalvera.

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Rodeada absolutamente de naturaleza y con el frío de otros tiempos, Cullalvera se nos antoja como una cavidad muy especial. Demasiado para resumirse en un solo relato. Es por ello, que sin ni siquiera atravesar las puertas que nos separan de su interior, su enorme boca nos augura una experiencia muy especial.

Cerrar los ojos y oler, palpar y sentir lo auténtico, lo que no cambia, lo que siempre estuvo y estará ahí es una de las experiencias más gratificantes para el ser humano, pues se descubre el pasado y al mismo tiempo se puede descubrir la esencia de uno mismo, tan pequeño y tan grande al mismo tiempo.

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Y en la meditación, en la soledad de aquellas paredes milenarias y en el silencio de la naturaleza infinita, el llanto de un recién nacido irrumpe en mi conciencia, por breves segundos le escucho, allí, en el eco de la Gran Cavidad, resuena su fuerza, su energía, su espíritu que sigue vivo impregnado en aquellas paredes. Mis ojos se abren y le buscan, pero su impronta se desvanece en el recuerdo de otros tiempos y una lágrima de emoción cae por mi mejilla mientras siento la bocanada de aire frío que resopla entre los barrotes que me separan del otro lado. Cullalvera está viva, desde el principio de los tiempos hasta nuestros días, guarda sus vidas, igual que también guardará las de tantos viajeros que deciden acercarse a la prehistoria. Y me pregunto ¿Cuántos niños nacieron en el interior de sus oquedades y recovecos, mientras el resto del clan vigilaba su llegada, honraba su llegada y le cubrían de ocres mientras los cantos resonaban en toda la cavidad?

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Viajesalaprehistoria les invita a descubrirlo e imaginar, sentir, soñar y vibrar con lo auténticamente natural de lo que el ser humano no se puede separar. “La Vida”.

© viajes a la prehistoria

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