El secreto de las cuevas

El secreto de las cuevas

¿Qué grandioso secreto esconde el interior de las cuevas que tantos seres humanos, a lo largo de milenios han descendido hasta sus profundidades?

Mientras pensaba en el secreto de las cuevas,  fue la voz de Neónimus esta tarde en vísperas de navidad y su canción “Ay la Tierra”, la que me hizo, casi sin querer reflexionar sobre la energía que desde la creación ha movido el mundo y que por supuesto, los seres humanos percibimos y sentimos en determinados lugares, aunque cada vez estemos más lejos por culpa de las ciudades y el cemento que recubre sus raíces.

Son lugares de conexión con algo invisible. En la historia escrita, desde las antiguas civilizaciones, encontramos pasajes que describen viajes a lo profundo, a los abismos, al inframundo, al interior de las cuevas. Y todos los protagonistas han coincidido en decir que las fuerzas que allí se mueven, junto con los cambios que se producen en el interior del ser humano, trascienden más allá de la ciencia y la razón.

Efectivamente y como siempre digo, no todos preguntaremos lo mismo a la cueva, y seguramente la mayoría de las veces no recibiremos respuesta, pero algo, como un hilillo invisible, si estamos atentos, nos atrapará. No sabemos si verdaderamente es imaginado o percibido, pero desde ese momento, nuestras percepciones ya no vuelven a ser las mismas. Una serie de conexiones inexplicables se van produciendo a nuestro alrededor. Personas, lugares, anécdotas, nuevas experiencias, casualidades, una fotografía, y así, un sin fin de redes que van tejiendo una malla que nos va conectando con lo que siempre fue sagrado, con aquello que ayudó al ser humano a ir superando las grandes etapas de su existencia y que ahora nos resuena como un eco lejano o ni siquiera eso.

Por ello, las cuevas en ocasiones hablan. Resuenan en nuestra cabeza cuando, transitamos por ellas. O cuando días después, recordamos la experiencia, las soñamos o tratamos de comprenderlas, con sus enigmáticos símbolos pintados en ocres y carbones. Grabados o repiqueteados. Símbolos de otros tiempos que aunque hoy acertemos a llamarlos Arte Rupestre, no sería sino aquella primera comunicación del hombre prehistórico con el grupo o con otros mundos. Mundos de su propia conciencia que le ayudaban a atravesar las pruebas de la vida.

Las cuevas, por tanto, pudieron ser los lugares de tránsito, para superar pruebas, aprender códigos o tomar decisiones, que de otro modo, en la vida normal, en el día a día, no seríamos capaces de vislumbrar. Las cuevas pudieron ser, el espejo del alma, donde verse a sí mismo, tras el miedo, el silencio, la soledad o la desesperación.

Las cuevas tienen un mensaje. El conocimiento del hombre del pasado, nos ayuda a conocer al hombre del presente, a nosotros mismos. Y atravesar puertas o encontrar soluciones que antes pudieron ser invisibles para nosotros.

© viajes a la prehistoria

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