CUEVA DE LA LUZ, CANTABRIA

CUEVA DE LA LUZ, CANTABRIA

La cueva de la luz en Cantabria, arte, meditación y contemplación

Hoy, la banda sonora de Pompeya me acompaña en este recuerdo poderoso que me retiene sentada frente al ordenador, tratando de atar los cabos de un argumento cuanto menos digno de una poderosa historia de la prehistoria más antigua, donde un grupo de humanos como nosotros, se adentran en unas oquedades trepando por escarpados montes hasta llegar a lo que hoy se conoce como la Cueva de la Luz, en Ramales de la Victoria, Cantabria.

Sin duda, una sorpresa para el visitante intrépido, que no saciado con lo que el entorno o las cuevas decoradas que rodean el lugar, tienen que ofrecer, se adentra por senderos no marcados, siguiendo, lo que parece un camino secundario hasta un amplísimo terreno en llano, completamente cubierto de hierba fresca y donde la sola presencia empequeñece frente a la enorme magnitud de la roca natural. Allí, en el centro de aquel terreno, miramos alrededor, automáticamente envueltos en un aura de belleza, silencio y libertad. En las alturas resuena el eco de otras presencias que se adentran por caminos similares, mientras que al darnos la vuelta, escondida y envuelta entre matorrales y árboles se adivina lo que parece ser la entrada de una cueva solitaria.

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Sin barreras protectoras y sin nadie que impida el paso, nos adentramos en ella. Es amplia, sinuosa y repleta de redondeces, como curvas que insinúan su propio pasado. La luz, como su propio nombre indica, es la protagonista, pues sus varias entradas o salidas, permiten la entrada directa de los rayos solares que inciden sobre las piedras revueltas como fuego incandescente que les devuelve el color y la vida. Parece como si alguien, hace muy poco, hubiese estado allí. Como una cama que dejas por hacer, y un nuevo inquilino visita tu habitación y la encuentra así, revuelta, con la presencia todavía viva de tu fugaz y repentina marcha.

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Aún así, su acceso es sencillo y permanecer en su interior invita irremediablemente a tomar asiento y practicar la contemplación y la meditación. Cada oquedad una imagen, un lienzo para el artista, un trozo de cielo para el soñador, un escondite para el alma solitaria. Tanto en tan poco.

cueva de la luz 2Sus paredes, en uno de sus laterales esconde también, una pizca de arte parietal. Como un regalo al ojo experto, se adivinan contornos y se siente, una vez más, que ellos, nuestros antepasados, también estuvieron allí. Su impronta, su alma viva permanece en la plasmación de su propio universo simbólico.

Respeta, siente, vive y comparte la experiencia. Viaja a la Prehistoria y aprende tu propia historia, pues solo saliendo a su encuentro, cada vez, estarás más cerca de la auténtica experiencia del hombre en la tierra desde el origen de los tiempos. Y esa, querido amigo, querida amiga, no se aprende en los libros ni en los documentales, esa se vive, se experimenta y se recuerda, porque nos transforma.

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© Viajes a la prehistoria

 

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