VISITA AL PARAJE DE LA GARMA

VISITA AL PARAJE DE LA GARMA

La Garma y el paraje en el que se encuentra ubicada la cueva, nos conectan nuevamente con nosotros mismos, con la naturaleza y con la prehistoria, entonces me doy cuenta, de lo rápido que nos desconectamos de todo en el trabajo y en el día a día, y lo necesario que resulta volver a conectar con lo auténtico.

Largo tiempo esperando la visita a esta cueva enigmática y tremendamente especial de Cantabria. Como suele suceder, en la mayoría de ocasiones, nuestro primer encuentro fue en solitario y en el entorno de la misma.

En una mañana soleada decidimos adentrarnos entre aquellos parajes recubiertos de un manto otoñal muy especial, para descubrir el sendero, que sin ningún tipo de indicación, nos conduciría a la entrada de la misma.

Así fue, como a los pies del monte, en la localidad de “Omoño”, apenas transitado y en absoluto silencio, nos encontramos debatiendo, donde estaría el famoso sendero..

Resultaba difícil, pues a los pies de dicho monte, tan solo encontrábamos parcelas de pastos para el ganado, y para llegar a él, teníamos que atravesar, una de estas parcelas, para adentrarnos en el corazón verdoso de aquel pequeño monte, que guarda un tesoro prehistórico inmenso.

Al final y como suele suceder en estos casos, preguntamos a un lugareño, que nos indicó aproximadamente donde quedaba el sendero. Camino, que por otro lado, no se aprecia desde la carretera. Hasta que uno no cruza los pastos, no descubre como efectivamente, una ruta cubierta de hojas y rocas repletas de verde y fresco musgo se abre paso hacía la primera de las cuevas conocida como la Garma B.

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La entrada a la cueva, es de pequeñas dimensiones y está cerrada, aunque adivina una oquedad al final de la misma. Allí el silencio, apenas interrumpido por el sonido del viento o de algunos pájaros, introduce al caminante en una especie de conexión y conciencia plena con lo que le rodea. Atrás queda el día a día, los problemas y todo cuanto tenemos en mente.

Cerramos los ojos y viajamos al pasado. Los rayos de sol atraviesan las ramas de los árboles y dejan entrever los brillantes y vistosos colores del otoño. Entonces la búsqueda y en reencuentro comienzan. Seguimos caminando y a pocos metros de distancia, se advierte una lona blanca y la entrada principal y actual a la cueva de La Garma.

Más de cerca y con el terreno húmedo y en pendiente, podemos observar como el plástico blanco, cubre el terreno donde se están llevando a cabo trabajos arqueológicos. Una cuerda, sujeta a la parte más alta, sirve de ayuda a los arqueólogos para ascender y descender por el terreno con desnivel y resbaladizo.

Más arriba, encontramos un cribador retirado a un lado y la escalera apoyada en las verjas de la cueva y que nos permitirá asomarnos, al menos a la entrada de la cueva.

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Desde luego, lo que primero se advierte en este lugar es la presencia humana actual. Todo está dispuesto para seguir con las labores arqueológicas y de investigación. Se aprecian esas huellas y una sensación de estar invadiendo una propiedad privada se adueña del caminante. Rápidamente nos asomamos a la oquedad que aparentemente posee una entrada de pequeñas dimensiones, y observamos nuevamente la estratigrafía inicial excavada en la entrada.

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Un cartel medio cubierto, advierte de la distinción de esta cueva como patrimonio de la humanidad por la UNESCO, pero por los trabajos que se están realizando en el interior y exterior de la misma, así como por la dificultad de acceso y recorrido de la cual tenemos constancia, dudamos mucho de que esta cueva, al menos por el momento, pueda ser abierta al público. Una pena por otra parte, ya que nos encantaría disfrutar de todo lo que aguarda en su interior y entender la cueva y la vida en ella, in situ.

Por otro lado, la conservación y protección de la misma, prima, así es que nos conformaremos con disfrutar y respirar del entorno que la circunda, imaginando como aquellos hombres y mujeres de la prehistoria, se encontraban al alcance de cualquier animal en aquellos parajes, como la reciente publicación del hallazgo de las falanges de un “león de las cavernas” de hace 16.000 años.

Cuando regresamos por el sendero dispuesto, y nos paramos en la entrada de la Garma B, mientras Giuse realiza una de sus acuarelas del lugar, el recuerdo de este animal prehistórico, sin melena, pero fiero y desafiante viene a mi mente. Sucede que la mente entra en la caverna, y allí en el interior del monte, viajo a la prehistoria, al Paleolítico Superior.

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Un grupo de cazadores-recolectores se encuentran recogiendo leña para preparar las hogueras que servirán como lumbre para el calor, para cocinar y para ahuyentar a fieras como este león cavernario, cuyas garras encontramos tantísimos años después. Aquel animal, que cualquier noche, y en su caería nocturna, pudo haberles dado más de un susto.

Entonces, las ramas se mueven, las ramas que se encuentran tras de mí. La adrenalina se activa y todos los músculos de mi cara se ponen en tensión. La influencia de mis pensamientos unida a la soledad y silencio del lugar son el escenario perfecto para que un animal, nos sorprenda en medio de aquel paseo por la prehistoria, pero esta, queridos amigos, es otra historia..

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© Viajes a la Prehistoria

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