Ciertamente no puedo negar que me encuentro bajo el influjo de las catedrales góticas gracias al libro que acabo de leer. Pero igualmente he de reconocer que todo tiene un hilo conductor, hilo fino que nos lleva hasta la prehistoria, hasta la búsqueda de “algo” superior, algo que ellos, nuestros antepasados supieron hallar en las primeras catedrales de piedra: las cuevas y que tras ellos, cada vez lo tengo más claro, el resto de civilizaciones siguió erigiendo templos de piedra, como aquellas primeras moradas prehistóricas.
Allí, bajo el influjo de la luz chispeante del fuego, de aquellas antorchas realizadas con grasa animal y hierbas secas consiguieron iluminar no solo sus cuerpos, sino también sus mentes. Allí, en el interior de estos lugares silenciosos, cargados de ecos, sombras y formas sinuosas, nuestros antepasados pasaron muchas horas. Horas en las que no solo se dedicaron a fabricar útiles, alimentarse o copular. Allí, en reuniones sagradas, ritualizaron conductas, pinturas, sonidos, danzas, cantos y objetos que para ellos tendrían un poder especial.
Allí, en las primeras catedrales de piedra, el sonido adquiría ecos que se elevaban o agudizaban al hacer funcionar los primeros instrumentos musicales de viento, percusión o cuerda. Así mismo, sus voces cobraban un eco interior que les hacía vibrar actuando seguramente en más de una ocasión sobre sus cerebros y cuerpo en general. Incluso las gotas de agua cayendo en el silencio de la noche contra una roca, suponía un estímulo para sus mentes.
Algunas cuevas, que además poseen orificios naturales en algún tramo, donde entra la luz solar como un haz de luz con fuerza, también tuvo que ser muy especial para activar sus sentidos. Y si a ello unimos el reinante paisaje natural del que siempre estaban rodeados, podríamos decir que tenían todo lo que posteriormente hemos querido imitar y poseer, como capturar el agua en pozos o elevar la luz a la altura de los grandes templos góticos.
Nuestro salto, no se produjo de repente, todos estos elementos, tuvieron que actuar sobre sus conciencias y la mayoría de las veces los pasamos por alto, a pesar de que durante generaciones hemos querido obtener las magnificiencias de estos mismos elementos para nosotros mismos, para producir una transformación interior.
Podríamos decir entonces que la primera luz surgió en el interior de las cuevas, mientras nuestros antepasados se encontraban expuestos a todos estos elementos en armonía. Sintonía que hoy envidiamos y buscamos constantemente por habernos abandonado tanto a la vida cotidiana…
Al reproducir sus pinturas, la mano que extiende el ocre sagrado, no lo hace desde luego sin la influencia de todos estos elementos y sin la necesidad social y espiritual de hacerlo…El arte rupestre, el paleolítico o el posterior fue una necesidad de sus mentes, de ese desarrollo que se iba gestando en el interior de esas cuevas, de esas catedrales de piedra, que con los elementos adecuados, consiguieron elevar a mujeres y hombres a estados superiores de su conciencia para seguir avanzando en el camino de la iluminación y el conocimiento.
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