El santuario paleolítico de la Cueva del Juyo esconde en su interior, además de una colección de representaciones rupestres muy importantes, una roca «esculpida» muy particular.
“ La cueva del Juyo tiene el silencio perfecto y perpétuo de aquello que todavía sigue enterrado. La energía que se percibe desde el exterior es apenas perceptible. Tras la puerta que nos separa de su entrada, antaño sellada por los últimos habitantes de la cueva, hay una extraña paz. Un susurro en el tiempo de los tiempos, más allá de toda investigación. Un entorno solitario bañado por las aguas del río que convierten a la cueva en sumidero y que encierra las corrientes perfectas para convertirla en un Santuario de la Prehistoria”
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Hace unos días mientras Giuseppe se interesaba por el león de las cavernas, y realizaba nuestra propia infografía sobre el mismo, recordé, que una de las cuevas de Cantabria considerada como Santuario del Paleolítico se había encontrado precisamente una cabeza de piedra interpretada por sus investigadores como “mitad hombre-mitad felino” muy parecido al león de las cavernas.
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Así es que sin pensarlo dos veces, salimos, bien abrigados eso sí y expuestos al frío que se multiplicaba cuando descendías hacía la entrada de la misma.
No fue difícil encontrarla, aunque tengo que reconocer que una mujer nos indicó amablemente la entrada del camino. Una vez allí, esperaba caminar un rato como suele ser habitual, pero nada más lejos de la realidad. Puesto que todavía andaba colocándome los guantes cuando Giuseppe gritó, “Mira, ahí la tienes”.
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A la izquierda del camino y rodeada de un manto de hierba y escarcha se veía la puerta que nos separaba de aquel lugar sagrado. Solo nuestros pasos rompían el silencio. Al llegar abajo, comprobamos su entrada a 67 metros sobre el nivel del mar y su orientación: noroeste.
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Un gran tronco caído se encuentra sobre la entrada de la misma y a la izquierda del mismo, dos pequeñas oquedades nos sorprenden. Una de ellas parece ser la propia del sumidero, la que ha hecho el río y que discurre por debajo. La otra un poco más arriba, es de pequeñas dimensiones y desconocemos si forma parte de la misma cueva. Regreso a la entrada principal y recuerdo la Máscara. ¿Todavía se encontrará en su interior?, me pregunto. Y trato de imaginar la historia que acompaña su descubrimiento.
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Para su hallazgo, tres nombres son protagonistas, Freeman, Echegaray y Bernaldo de Quirós. Cuenta la leyenda que mientras el mismo Freeman se encontraba en el interior de la cueva excavando a solas y en silencio, levantó la mirada y sorprendido gritó a los demás compañeros: ¡Ey, esa piedra me está mirando!. Acto seguido y sorprendidos tanto Echegaray, que al principio trataba de restar importancia a su comentario y Bernaldo de Quirós, se acercaron a su posición y tras observar la roca, efectivamente vieron, con la luz tenue una especie de rostro que les observaba. Así pasó a ser conocida como “La máscara del Juyo”, en relación a las también conocidas máscaras de la cueva de Altamira. A continuación las palabras de los propios investigadores que excavaron la cueva:
En el estrato que corresponde al magdaleniense inferior, se hallaron restos dispuestos de manera inusual. Se trata de un complejo semicircular de dos metros de profundidad y amurallado por una de sus partes con fragmentos de caliza. Dentro del recinto hay tres fosas más pequeñas(…) Y por último casi más impresionante y enigmático si cabe, una gran cabeza de piedra o máscara, de un ser híbrido con la mitad de la cara de hombre con barba y la otra mitad como felino, parecido a un león de las cavernas. Los últimos rayos de la puesta de sol del solsticio de verano de hace 14.000 años, incidirían sobre la máscara. Los ocupantes, antes de abandonar la cueva para siempre, taparían la entrada con una gran losa[1].
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Fuente: zonacamargo-wordpress.com
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Esta “escultura” paleolítica unida a los hallazgos especiales que se encontraron en el nivel 4 o recinto que pasaría a considerarse como el del propio Santuario de la Máscara, convirtieron a esta cueva, en un lugar que bien podríamos relacionar con los inicios de la “religión” de la prehistoria unida a los rituales y ofrendas que se llevaron a cabo en su interior. Es el hallazgo y sobre todo el estudio de esta cueva uno de los ejemplos más notables de los Santuarios del Paleolítico Superior en Cantabria.
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Después de ver ejemplos como el anteriormente descrito, el investigador ha de replantear la posibilidad de la existencia tanto de ritos y cultos, como de actividades muy relacionadas con algún tipo de religión primitiva y arcaica que describiría los hallazgos encontrados.
©Viajes a la Prehistoria
[1] L.G. Freeman. La cueva como santuario paleolítico. José Antonio Lasheras Corruchaga. Joaquín González Echegaray. El significado del Arte Paleolítico. Escuela de cultura y patrimonio “Marcelino Sanz de Sautuola”. Museo de Altamira. 2002.