Son muchos y abundantes los casos que si nos ponemos a investigar a lo largo de la historia, nos muestran cómo las primeras investigaciones siempre tienen al grupo dominante en contra, hasta que llega el día en que: Oh, el Mea Culpa!! está servido y estos mismos investigadores que se negaron a contemplar otras posibilidades como buenas, se rasgan las vestiduras y palidecen ante la evidencia científica que no tienen más remedio que aceptar.
Y aunque hablando de prehistoria, todos conocemos el caso del descrédito de Sautuola, no comenzaré por ahí, aunque le reservo un espacio más adelante a nuestro querido “descubridor” del Arte Rupestre tal y como lo conocemos hoy.
Pero en primer lugar me gustaría hablaros de un investigador quizás menos conocido, pero que pasaría a la historia por el descrédito de la comunidad científica hacia su primordial hallazgo o interpretación a propósito de los “Fósiles” que conocemos hoy:
Breve historia de Johann Jakob Scheudhzer y los fósiles:
Su búsqueda, no era otra a principios del siglo XVIII que la de demostrar el relato bíblico de la creación y el diluvio universal. Tras poseer muchas evidencias de conchas y peces fosilizados, se los mostraba a su amigo Langhans, que no acababa de creer la idea de su Scheudhzer. Pero él quería demostrar científicamente que aquellos fósiles eran reales y que podían ser la prueba de que el diluvio universal existió ciertamente.
La ciencia, por su parte, creía que aquellas petrificaciones no eran sino “Caprichos de la naturaleza”. Pero él insistía en que aquellos restos parecían peces, caracoles o conchas. La comunidad de profesores, le respondió que aquello no eran vestigios orgánicos de tiempos pasados, sino caprichos de la naturaleza formados por una vía plástica, una fuerza plástica misteriosa que modelaba toda clase de animales o vegetales.[1] (pp.17)
Así pues la creencia durante todo el siglo XVII no podía estar más alejada de la prehistoria. De hecho nadie podía aceptar que pudiesen ser rescatadas figuras de piedra o imágenes prehistóricas, aproximando más las ideas a la superchería e imaginación de las gentes del pueblo.
En su libro de 1708: “Quejas y justificación de los peces”[2] ofrecía una explicación donde relacionaba los fósiles con el diluvio universal, pero ni con esas los científicos aceptaban y se preguntaban cómo es que solo se veía una parte del animal y no entero…
Johann Jakob Baier sería la respuesta: un mineralista dedicado a investigar antiguos escritos geológicos italianos y que escribió un libro en el que naturalmente destacaba aquellos restos como animales, cal y manga sin discusión. Así fue como los fósiles que había encontrado Scheudhzer quedaron como restos de un pez, aceptados a regañadientes y sin ser demasiado claro todavía eso de la existencia de restos de edades prehistóricas.
Tendría que realizar nuestro protagonista un nuevo descubrimiento, esta vez el “Hombre de Öningen”, para que pudiese morir famoso y estimado.
Otro que no tuvo tanta suerte, es como todos conocemos Marcelino Sanz de Sautuola. Su historia le precede allá donde se hable de Arte Rupestre, ya que, más allá, de todos los hallazgos de cuevas con arte rupestre posteriores, la cueva de Altamira quedará siempre como la primera en el origen del descubrimiento y concienciación de este arte prehistórico y milenario.
El descrédito a sus ideas de vanguardia y totalmente opuestas tanto a la iglesia como a la teoría evolucionista de Darwin, no podían tener cabida en una sociedad que se abría paso entre las creencias y pensamientos medievales y los nuevos aportes de la evolución humana.
¿Arte Prehistórico? Sencillamente no era posible destronar las ideas dominantes. Una cueva no era suficiente, hasta que la evidencia en Francia, hizo que Cartailhac tuviera que rasgarse las vestiduras por no haber querido comprobar personalmente las locas ideas de este santanderino llamado Sautuola.
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Escena de la película «Altamira»
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© Viajes a la Prehistoria
[1] Herbert Wendt. Tras las huellas de Adán. Zeta.2009. Barcelona.
[2] H. Wendt. Op. Cit.