«Los danzantes Salish llevaban plumas, brazaletes, pieles y máscaras (…) danzaban señalando el cielo con el dedo para señalar que de allí habían descendido sus antepasados»
Levi-Strauss
Las máscaras han acompañado al hombre desde la prehistoria. En un primer momento podemos encontrarlas en muchas cuevas como la de Altamira (Cantabria) representadas sobre la misma piedra, en el pasadizo conocido como la cola de caballo, de una manera muy sugerente, que da lugar a múltiples interpretaciones. Otros lugares con máscaras paleolíticas serían las de Roche-Cotard, o la del Juyo.
Fuente: lashistoriasdeldoncel.com
“El rostro, espejo del alma de los humanos, elemento de reconocimiento en los simios, es una verdadera herramienta social que permite ser reconocido por los demás”
Ladislao Castro[1]
Otros ejemplos más recientes, concretamente ya dentro del Neolítico, los encontramos en Israel y en su colección de máscaras de piedra, consideradas por sus investigadores como posibles retratos de personas muertas, muy parecido a lo que harían posteriormente los romanos. Las máscaras neolíticas de Israel fueron encontradas en un contexto de excavación arqueológica en el interior de una cueva, junto a otros objetos considerados de culto. A diferencia de las paleolíticas sobre las paredes de la cueva de Altamira, éstas si podían ponerse sobre el rostro, lo que les otorgaría quizás mayor poder y simbolismo a quien se la pusiera sobre su rostro.
Las máscaras, aun pasado el tiempo, conservan algo de su pasado, que como dijo Levi-Strauss, ni las vitrinas consiguen, ni siquiera hoy, evitar su comunicación.
Resultan enigmáticas, silenciosas tras esos cristales o en la profundidad de una cueva no dicen nada y lo dicen todo.
Fuente: abc.es
Casi sin querer, nuestra imaginación, como una proyección de nuestro pasado, no puede evitar imaginar a sus creadores, con ellas puestas, en pleno ritual, cantando, danzando u orando y preguntarse, qué significado tenían estas máscaras para ellos, dentro de un pensamiento social, compartido por una misma comunidad.
“La máscara sería pues, según el estudio de L. Castro, un atributo humano para contemplar y representar el mundo que nos rodea”
Para tratar de entender las funciones sociales que pudieron tener las máscaras, muchas veces se ha recurrido a la analogía etnográfica, la cual, si bien es cierto, es actual, comparte muchos mecanismos que nos lleva a hacernos una idea de cómo pudo ser en la prehistoria. En su caso, las máscaras constituyen un elemento esencial en el desarrollo de las ceremonias chamánicas y sirve a las personas o danzantes que la llevan identificarse con la naturaleza, con otros seres humanos o presencias sobrenaturales.
Como bien afirma Castro, una máscara, no tiene sentido sin música, sin ceremonia, sin danza y sin vestidos o atuendos e incluso el lugar sagrado elegido para llevar a cabo estos ritos y ceremonias, que resulta importante para establecer comunicaciones con los dioses o antepasados, invocando su presencia mediante danzas y cánticos. ¿Fue igual en la prehistoria?. Hay muchas, pero que muchas posibilidades de que así fuera y así nos gusta imaginarlo en mi libro:
¿Por qué danzan los arqueros?, 5000 km tras la prehistoria y los lugares de poder.
Y acabaré citando a Levi-Strauss, en un maravilloso relato de su obra “La vía de las máscaras”[2]
“Los Kwakiutl al crear su máscara de danza, se entregan a pasmosos derroches de formas y colores”
“Para los espectadores de los ritos de iniciación, las máscaras de danza se abren de súbito en dos hojas para dejar ver otro rostro impregnado de misterio…”
Fuente: misterios.aguns.com
[1] Ladislao Castro, Arqueología cognitiva y máscaras prehistóricas. 2014. Pdf.
[2] Levi-Satrauss. La vía de las máscaras.