«Los últimos calcetines»

«Los últimos calcetines»

Cosas graciosas en nuestros viajes a la Prehistoria: «Los últimos calcetines»

A decir verdad, ni todo es perfecto, ni todo es espiritual, ni todo es científico en cualquier viaje a la prehistoria. Los momentos graciosos o de enfado también existen como en cualquier viaje. Y ¿para que engañarnos?. Estas anécdotas son las que conforman nuestro pasado y las que muchas veces permanecen en nuestra memoria vinculadas a  un determinado lugar o paraje. Dicho esto, los viajes en busca de enclaves prehistóricos, en su mayoría ubicados en plena naturaleza, caminos de montaña, sendas o zonas rurales, tienen sus contratiempos. Dicen que en casa de herrero, cuchara de palo. Así fue. Hace pocos meses, publicábamos un artículo de que cosas no debes olvidar en un viaje a la prehistoria. Pues si, a mi se me olvido, justo ese día en que días anteriores había llovido y el campo estaba repleto de zonas con charcos. Y salteando obstáculos, mientras cruzaba un pequeño arroyo, en busca de la “cueva del arroyo”, próxima a las playas de Bolonia en Tarifa, una de mis botas, dio con la piedra equivocada y acabé limpiando el barro de mi bota, bajo un nacimiento de agua natural, de tal modo, que tanto mi bota como mi calcetín quedaron empapados. Pero claro, sin ser precavida, el único calzado alternativo que llevaba en el coche eran unas chancletas. Así pase parte de la mañana, trepando por los pequeños abrigos prácticamente descalza, mientras la bota se secaba.

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Pero justo por la tarde, teníamos que subir a otra peña y esta vez si necesitaba el calzado adecuado y claro, allí, no había tiendas, no había nada, pues la bota había secado, pero el calcetín seguía empapado. La única posibilidad de aquella pedanía costera en Bolonia, era un pequeño comercio de alimentación donde vendían un poco de todo y allí nos dirigimos. Las posibilidades de encontrar un par de calcetines eran pocas, pero, entramos y “eureka”, el dueño nos miró extrañado y sacó de entre el montón de restos de chancletas y colchonetas, el último par de calcetines. Dijo -“Habéis tenido suerte, no tengo más”-. Aquellos calcetines rallados, de mi número para ser exactos, fueron mi salvación en las siguientes cuatro horas de rutas en busca de abrigos con arte rupestre y os puedo asegurar, que los guardo como un tesoro. ¿Me estaban esperando aquellos calcetines?. ¿Casualidad?. No se, pero curioso, sin duda. La única tienda del lugar y el único par de calcetines viajando a la prehistoria. Toda una experiencia.

© Viajes a la prehistoria

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