Aventura prehistórica en los Pinares de Ródeno, Albarracín
Ya solo quedan dos, dos ejemplares de ciervos. El resto de la manada pereció ante el ataque desmesurado de los cazadores. Estos que han llegado nuevos al territorio y que no dan tregua a las manadas de herbívoros. Con sus nuevas armas, matan por placer y cada vez quedan menos ejemplares. Han roto el equilibrio natural, y cuando matan, ni siquiera saben cuántos ejemplares quedan sueltos para que puedan reproducirse la próxima primavera.
Vigilante y pasmada ante una realidad que aniquila por gusto. Que no entiende las leyes de la naturaleza. Que no respeta el equilibrio natural porque ni siquiera sabe lo que significa. Que no escucha al bosque ni el lamento de los árboles, ni de los pájaros, ni de los que antaño fueron nuestros compañeros y guías, los lobos. El nuevo hombre no entiende de todo eso.
La vida en aquel lugar era insostenible. Teníamos que buscar un nuevo refugio, un nuevo territorio donde habitar y sobrevivir antes de que aquel espíritu invisible acabara con la vida de todo el clan. Salí temprano, sin miedo, pasé horas caminando, atravesé montañas rocosas y llanuras extensas donde no había vegetación ni lugar donde resguardarse, pero al final, casi escondido en un cañón, encontré un lugar maravilloso. Estaba repleto de cuevas y abrigos donde podríamos vivir todos. Había un río, caza, árboles, semillas, plantas medicinales e incluso lugares estratégicos para la vigilancia desde las alturas. Los espíritus eran benignos y nos acompañaban. Este sería nuestro nuevo hogar. Aquí sobreviviríamos. El viento era propicio e hice sonar mi bramadera, el siguiente en el camino me oyó y avisó al resto del clan. Todos comenzaron a caminar hacía un nuevo amanecer, hacía una nueva vida…
© Viajes a la Prehistoria
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